viernes, 2 de abril de 2010

Informe sobre la Lectura del texto “El estadio del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”





Este texto plantea La concepción del estadio del espejo que fue introducida por Lacan


Este no sólo induce una interpretación precisa del narcisismo y la pulsión de muerte freudianos, sino que otorga su justa ubicación a la «conciencia de sí» y a la «lucha del puro prestigio» hegelianas”. Ahora es un tema que a Lacan le parece interesante retomar por “las luces que aporta sobre la función del yo en la experiencia que de él nos da el psicoanálisis”.


En esta etapa el niño anticipa el dominio de su unidad corporal por la percepción de su propia imagen en un espejo.


Al hablar de la pre maturación el autor establece que, lo primero que destaca Lacan con relación a este estadío, es que se pone en juego un primer acto de inteligencia por parte de la cría humana:

que señala un momento decisivo del desarrollo mental del niño, a la vez que establece una relación libidinal esencial con la imagen del cuerpo. Es por esto que el «estadío del espejo» es un aspecto fundamental de la subjetividad y paradigma del orden imaginario.


El niño de seis meses queda fascinado por su reflejo en el espejo, quedando el sujeto captado y cautivado por su propia imagen mientras que el chimpancé comprende rápidamente que la imagen es ilusoria, perdiendo rápidamente interés en ella.


Si este acontecimiento llama la atención de Lacan, “espectáculo impresionante de un lactante ante el espejo”, dice él en los Escritos, es porque aquel “no tiene todavía dominio de la marcha, ni siquiera de la postura en pie”, lo cual es superado “en un jubiloso ajetreo” en el que queda suspendido “en una postura mas o menos inclinada”, y consigue, “para fijarlo, un aspecto instantáneo de la imagen”. Es decir a los seis meses el niño carece todavía de coordinación motriz. Sin embargo, su sistema visual está relativamente avanzado en madurez, pudiéndose reconocer en el espejo antes de haber alcanzado el control de sus movimientos corporales.


Al hablar más adelante del conocimiento paranoico el autor plantea que la «fase del espejo», nos revela “una estructura ontológica del mundo humano que se inserta en nuestras reflexiones sobre el conocimiento paranoico”, ya que el estadio del espejo demuestra que el yo es producto del desconocimiento e indica el sitio donde el sujeto se transfiere a sí mismo esto hace parte del autoconocimiento propio del registro imaginario. Es por la vía del reconocimiento que el sujeto llega al conocimiento de sí mismo, constituyéndose el yo, el cual, en última instancia, es un tipo ilusorio de autoconocimiento. Es éste conocimiento imaginario de sí mismo, alienado en el reconocimiento de la propia imagen, el que Lacan denomina «conocimiento paranoico», ya que él tiene la misma estructura de la paranoia. así como el neurótico constituye una estructura de desconocimiento por su alineación en el conocimiento de sí mismo.


Como el niño se vive al principio como despedazado, no hace ninguna diferencia entre lo que es él y el cuerpo de su madre, entre él y el mundo exterior. Llevado por su madre, él va a reconocer su imagen en el espejo, anticipando imaginariamente la forma total de su cuerpo. Pero el niño se vive y se posiciona en primer lugar como otro, el otro del espejo en su estructura invertida; así se instaura el desconocimiento de todo ser humano en cuanto a la verdad de su ser y su profunda alienación en la imagen que se va a dar de sí mismo.


Para poder entender todo lo que se pone en juego en el estadio del espejo, Lacan señala que basta para ello comprender a dicho estadio como una identificación, la cual es definida claramente como “la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen, lo que sucede en este momento es que “el yo se precipita en una forma primordial, antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro y antes de que el lenguaje le restituya en lo universal su función de sujeto”.


Este contraste entre esa imagen ideal y su incoordinación motriz es sentido por el sujeto como una rivalidad con su propia imagen, porque la completud de la imagen amenaza al infante con la fragmentación. Así pues, en el estadio del espejo se produce de esta manera, una «tensión agresiva» entre el sujeto y la imagen. Esta Gestalt de la imagen corporal le da forma al yo. Lacan dice que ella “simboliza la permanencia mental del yo


Pero más allá de estas observaciones de Lacan sobre el estadío del espejo, él le hace cumplir a esa imagen especular una función fundamental para el sujeto, una función de paso de un estado a otro.
La función del estadio del espejo se nos revela entonces como un caso particular de la función de la imago, que es establecer, una relación del organismo con su realidad El estadio del espejo establece así una relación entre el interior del organismo con la realidad exterior..


Más adelante el autor retoma el cuerpo fragmentado para hacer énfasis en las fantasías que se sucederán desde una imagen fragmentada del cuerpo torpe hasta una forma total totalidad, y a la armadura por fin asumida de una identidad enajenante, que va a marcar con su estructura rígida todo su desarrollo mental.


Un aspecto fundamental de la fase del espejo es el narcisismo ; lo importante de este estadío, es la constitución en el sujeto del «narcisismo primario», “con el que la doctrina designa la carga libidinal propia de ese momento”. En efecto, lo que le da forma al yo en el estadio del espejo, es esta identificación primaria con la imagen especular.


Que es erótico porque el sujeto siente una fuerte atracción por la gestalt de su imagen; pero también es agresivo porque, como lo señalamos antes, el carácter de totalidad de esta imagen especular, contrasta fuertemente con la incoordinación fragmentada del cuerpo real del sujeto, apareciendo amenazado con la desintegración. Así pues, la relación narcisista se constituye en la dimensión imaginaria de todas las relaciones humanas, y la agresión y el erotismo van a subyacer en todas las formas de identificación, constituyendo una característica esencial del narcisismo. El estadio del espejo constituye entonces esta identificación primaria que da origen al yo ideal.


El final elemento del texto es la desconocimiento del yo en este sentido el autor se refiere una crítica de lacan a toda corriente que toma prestada a la experiencia analítica, basada en el existencialismo, y que pretende asegurar un psicoanálisis existencial, basándose en una supuesta autonomía del yo, o auto–suficiencia de la conciencia, que no es más que ilusión, en la medida en que, por ser el yo una construcción que se forma por identificación con la imagen especular, este no es más que el lugar donde el sujeto se aliena de sí mismo, transformándose en otro; de tal manera que la autonomía del yo es sencillamente una ilusión narcisista


Lacan insiste: nuestra experiencia se aparta de “concebir el yo como centrado sobre el sistema percepción-conciencia, como organizado por el «principio de realidad»”. Si el yo cumple una función, esta tiene por nombre «función de desconocimiento» y el desconocimiento no es ignorancia, sino que representa “una cierta organización de afirmaciones y negaciones, a la cual está adherido el sujeto.


Pero, ¿qué es lo que desconoce fundamentalmente el yo? Los determinantes simbólicos de su subjetividad, la determinación simbólica de su ser. “Así se comprende - dice Lacan en su estadío del espejo - , esa inercia propia de las formaciones del yo en las que puede verse la definición más extensiva de la neurosis”.

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