sábado, 20 de febrero de 2010

Informe de lectura sobre “PRINCIPIOS RECTORES DE CUALQUIER ACTO PSICOANALÍTICA “


Eric Laurent

El autor en este texto inicia contentándonos que En el Congreso de WAP en Comandatuba en 2004, la Delegada General presentó una "Declaración de Principios" a la Asamblea General. Esta Declaración ha sido cuidadosamente estudiado posteriormente en las diferentes escuelas. Los consejos han comunicado los resultados de sus estudios, observaciones y comentarios. Con posterioridad a este trabajo que ahora se presenta, a la Asamblea, los principios rectores de esta "por cualquier acto psicoanalítico", que le pedimos que adopte.

Primer principio
El psicoanálisis es una práctica de intervención. Se trata de dos socios, el analista y el analizante, reunidos en una sesión psicoanalítica individual. El analizante habla de lo que lo lleva allí, su sufrimiento, su síntoma. Este síntoma se engancha a la materialidad del inconsciente, hecho de cosas que se han dicho sobre el tema, que han afectado a él, y lo que es imposible decir y le causa sufrimiento. Un analista marcarán el ritmo de las palabras del analizante y le permitirá tejer el hilo de su inconsciente. Los poderes del lenguaje y los efectos de verdad que permite, lo que se llama la interpretación, es el poder real del inconsciente. La interpretación es evidente en ambos lados, analizando y el analista. No tanto tienen la misma relación con el inconsciente, sin embargo, puesto que uno ya ha llevado esta experiencia hasta el final mientras que el otro no tiene.

Segundo principio
Una sesión psicoanalítica es el lugar en el que las identificaciones más estables por las que un sujeto se adjunta puede venir sin hacer. Un psicoanalista se autoriza a esta distancia de una de costumbres, normas y reglas a las que los analizados limita a sí mismos fuera de las sesiones. Se autorizará un cuestionamiento radical de los fundamentos de la identidad de cada uno. Él es capaz de templar el carácter radical de este cuestionamiento, teniendo en cuenta la especificidad clínica de cada sujeto que se dirige a él. Él no quita nada más en cuenta. Esto es lo que define la especificidad del lugar de un psicoanalista cuando se defiende este cuestionamiento, la apertura y enigma en cualquier tema que ha tratado de sacarlo. Por lo tanto, no se identifica con ninguna de las funciones que su interlocutor quiere hacerle asumir, ni con cualquier lugar de la maestría o un ideal que ya existe en la civilización. En un sentido, un analista es alguien que no puede ser asignado a cualquier otro lugar distinto al lugar donde el deseo es que se trate.

Tercer principio
Un analizando abordará un analista. Se le atribuyen los sentimientos, creencias y expectativas como una reacción a lo que dice, y se quiere actuar sobre las creencias y expectativas que se anticipa. El desciframiento del significado en los intercambios entre el analizando y el analista no es la única cosa en juego. Existe también la intención del hablante. Se trata de una cuestión de recuperar algo perdido por el interlocutor. Esta recuperación de un objeto es la clave del mito freudiano de la unidad. Se funda la transferencia que se une a los dos socios. Fórmula de Lacan de que el sujeto recibe su propio mensaje del otro en forma invertida incluye tanto el desciframiento y el deseo de actuar sobre los cuales es que uno se dirige. En última instancia, cuando se habla de un analizando lo desea, más allá del significado de lo que dice, para llegar a la pareja de sus expectativas, creencias y deseos en el Otro. El objetivo es el socio de su fantasía. Un psicoanalista, iluminado por la experiencia analítica sobre la naturaleza de su propia fantasía, toma esto en cuenta. Se abstiene de actuar en el nombre de esta fantasía.

Cuarto principio
El bono de transferencia supone un lugar, el "lugar del Otro", como dice Lacan, que no está regido por ningún otro en particular. Es el lugar en el que el inconsciente es capaz de aparecer con el mayor grado de libertad para hablar y, por tanto, a la experiencia de sus tentaciones y las dificultades. Es también el lugar en el que las cifras de una fantasía de la pareja pueden ser establecidos en el más complicado de sus juegos de espejos. Por ello, una sesión psicoanalítica no permite de ninguna tercera persona, con la mirada externa al proceso real que está en marcha. Una tercera persona se reducirá a este lugar del Otro.
Este principio lo que excluye la intervención de los partidos autoritarios terceros que traten de asignar tanto un lugar para todos y un objetivo previamente establecido para el tratamiento psicoanalítico. La autoridad de la tercera evaluación, que se inscribe en la serie de terceros, se afirma desde el exterior de lo que está en juego entre el analizante, un analista y el inconsciente.

Quinto principio
No existe un tratamiento estándar, ningún procedimiento general por el que se rige el tratamiento psicoanalítico. Freud utiliza la metáfora del ajedrez para indicar que había reglas y sólo se mueve típico en el comienzo y el final de un juego. Para estar seguro, desde que Freud los algoritmos que han hecho posible para formalizar el ajedrez han crecido en el poder. Cuando se conecta a la potencia de cálculo de un ordenador que hacen posible que una máquina para vencer a un jugador humano. Esto no cambia el hecho de que, al contrario de ajedrez, el psicoanálisis no puede ser presentado en forma de un algoritmo. Podemos ver esto en el mismo Freud quien transmitió el psicoanálisis con la ayuda de casos particulares: el hombre de las ratas, Dora, Juanito, etc, con el Hombre Lobo la historia del caso entró en una crisis. De Freud ya no era capaz de contener la complejidad de los procesos de despliegue dentro de la unidad de un caso. Lejos de poder ser reducido a un procedimiento técnico, la experiencia de un psicoanálisis sólo tiene una regularidad: el de la originalidad de un escenario a través del cual se desprende toda singularidad subjetiva. El psicoanálisis es por lo tanto, no una técnica, sino un discurso que alienta a cada persona para producir su singularidad, su excepción.

Sexto principio
La duración del tratamiento y el desarrollo de las sesiones no pueden ser estandarizadas. La duración de los tratamientos de Freud variada. Había tratamientos que duró una sola sesión, como en el psicoanálisis de Gustav Mahler. También se analiza que duró cuatro meses, como en el caso del pequeño Hans, un año como en el hombre de las ratas, varios años como en el hombre de los lobos. Desde entonces, la variación y la diversificación no han dejado de crecer. Por otra parte, la aplicación del psicoanálisis fuera de la sala de consulta en centros de salud mental ha contribuido a la variación en la duración del tratamiento psicoanalítico. La variedad de casos clínicos y las variaciones en la edad en que el psicoanálisis ha sido aplicado permite considerar que la duración de un análisis es ahora, en el mejor, definido como "a medida". El análisis sigue el punto de que el analizado es lo suficientemente satisfecho con lo que ha experimentado para poner fin a su análisis. El objetivo no es la aplicación de una norma, sino un acuerdo por parte del sujeto con sí mismo.

Séptimo principio
El psicoanálisis no puede decidir lo que se pretende en términos de una adaptación de la singularidad de un sujeto a ninguna norma, las normas, las determinaciones, o las normas de la realidad. El psicoanálisis ha descubierto la impotencia, sobre todo, cualquier tema para lograr la plena satisfacción sexual. Esta impotencia es designada por el término "castración". Además, el psicoanálisis, con Lacan, ha formulado que es imposible que exista ninguna norma en la relación entre los sexos. Si no hay satisfacción y si no existe una norma, corresponde a cada persona a inventar una solución particular, que se basa en sus síntomas. La solución de cada persona puede ser más o menos típica, más o menos establecido en la tradición y las normas comunes. Se puede, por el contrario desea llamar en caso de rotura o de un particular, la clandestinidad. No es menos cierto que, en el fondo, la relación entre los sexos no tiene una solución "para todos". En este sentido, esta relación queda marcada con el sello de lo incurable, y siempre habrá algo que falla. Al hablar de los seres, el sexo se deriva de la "no todos".

Octavo principio
La formación analítica no puede reducirse a las normas de la formación universitaria o de la evaluación de lo que ha sido adquirido en la práctica. La formación analítica, desde que se estableció como un discurso, se apoya en tres patas: los seminarios de formación teórica (para-académicas), el psicoanalista en la formación de realizar un psicoanálisis a su punto final (de la que emanan los efectos del entrenamiento), la transmisión pragmática de la práctica en la supervisión (conversaciones entre pares acerca de la práctica). Freud en un momento creyeron que era posible determinar una identidad psicoanalítica. El éxito mismo del psicoanálisis, su internacionalización, las múltiples generaciones que se han sucedido durante más de un siglo han demostrado lo ilusorio de esta definición de una identidad psicoanalítica. La definición del psicoanalista incluye la variación de esta identidad. Es esta la misma variación. La definición de un psicoanálisis no es un ideal, que incluye la historia del psicoanálisis en sí, y de lo que se ha llamado el psicoanálisis en el contexto de los discursos distintos.

El título de psicoanalista incluye componentes contradictorios. Se requiere un académico universitario, o equivalente, la formación, derivadas de la general de atribución de grados. Se requiere una experiencia clínica que se transmite en su particularidad bajo la supervisión de sus compañeros. Se requiere la experiencia radicalmente singular de un psicoanálisis. Los niveles de la general, lo particular y lo singular son heterogéneos. La historia del movimiento psicoanalítico es una historia de desacuerdos sobre la interpretación y de esta heterogeneidad. Forma parte de esta gran conversación del psicoanálisis que hace posible afirmar que es un psicoanalista. Esto se lleva a afirmar a través de procedimientos en las comunidades que son las instituciones psicoanalíticas. Un psicoanalista nunca está solo, que depende, al igual que una broma, de un Otro que lo reconoce. Este otro no puede reducirse a una normativa, autoritario, reglamentario, estandarizado Otros. Un psicoanalista es aquel que afirma que él ha obtenido de la experiencia psicoanalítica de lo que podía esperar de él y por lo tanto que ha pasado un "pase", como Lacan lo llamó. Aquí se da testimonio de haber cruzado por encima de su callejones sin salida. La interlocución de los que desea obtener un acuerdo sobre este cruce se produce más en contextos institucionales. Más profundamente, se inscribe dentro de la gran conversación entre el psicoanálisis y la civilización. Un psicoanalista no es autista. Él no deja de dirigirse al interlocutor benevolente, la opinión ilustrada, a la que desea mover y para llegar a, en favor de la causa del psicoanálisis.

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